“Camina o Muere”: una carrera sin final

Una carrera donde no hay línea de meta, donde cada paso puede ser el último y donde detenerse equivale a firmar tu sentencia. Así llega ‘Camina o Muere’, la próxima adaptación de la novela The Long Walk, una de esas historias salidas de la mente oscura y brillante de Stephen King, que ahora salta a la pantalla grande este 11 de septiembre para poner a prueba la resistencia física y mental del espectador.

La premisa es sencilla pero aterradora: cien jóvenes se ven obligados a participar en una marcha interminable. El único objetivo es seguir caminando a paso constante; si alguien se retrasa demasiado o se detiene, será eliminado de inmediato. El premio, en apariencia glorioso, es riqueza y reconocimiento para el único sobreviviente. Pero el verdadero trasfondo es una crítica feroz a la ambición, a la presión social y al costo de vivir bajo un sistema que convierte la vida humana en espectáculo.

La película está dirigida por Francis Lawrence, conocido por su trabajo en Los Juegos del Hambre, lo que garantiza un toque de tensión y crudeza en cada escena. El elenco promete una combinación poderosa: Cooper Hoffman, David Jonsson, Charlie Plummer y el legendario Mark Hamill, quien asume un rol imponente como la figura que controla el destino de los competidores. Ver a Hamill en un registro tan sombrío ha generado gran expectativa entre los fans del género.

Lo que hace que Camina o Muere se sienta diferente a otras adaptaciones de King es que aquí no hay monstruos sobrenaturales ni fantasmas escondidos, sino algo mucho más inquietante: la fragilidad del cuerpo humano y la mente cuando son llevados al límite. La verdadera amenaza está en el cansancio, en el miedo a dar un paso en falso, en la idea de que la muerte siempre camina unos metros detrás de ti.

La película juega con la empatía del público. No tardamos en encariñarnos con algunos de los competidores, en entender sus motivaciones y miedos, lo que hace que cada ejecución pese en la conciencia del espectador. Es un relato donde la esperanza se mezcla con la desesperación, donde cada kilómetro recorrido es también un descenso al lado más oscuro de la condición humana.

Rubí Rosas/El Telégrafo